El lenguaje de las emociones.

Conozcamos las emociones     

 

    


Estar aquí delante de todos vosotros para hablar de emociones es un gran reto para mí. Un reto fascinante y delicado a la vez. Fascinante porque las emociones son una fuente de conocimiento de nuestro interior y delicado porque hablar de emociones es hablar de sentimientos y todos sabemos que confesar sentimientos es algo que nos aterra o, como poco, nos impone mucho respeto. 


Respeto, ese es el enfoque principal de esta charla. Aunque hoy expongamos un punto de vista sobre las emociones, no tiene porqué ser el único. Porque yo soy de las personas que piensa que no hay una única forma de expresar nuestras emociones, existen miles de millones de maneras distintas, tantas como personas hay en el mundo. Porque cada persona tiene una manera de sentir y una manera de expresar y todas esas maneras tienen el mismo valor.


Yo creo que a estas alturas no os descubro nada nuevo si os digo que el tema de las emociones y la inteligencia emocional están de moda. O como dirían los más jóvenes de la casa, “it’s very cool”.


Por una parte siento un gran alivio porque, por fin, se ha reconocido la importancia de las emociones en nuestra vida para desarrollarnos y  madurar como personas, abriéndonos un abanico de posibilidades a la hora de afrontar los retos presentes y futuros. Pero por otra parte, siento cierto temor a que esto sea una moda pasajera de la que no se hable dentro de unos años.


Para bien o para mal, crecí en una generación en la que hablar de emociones era signo de debilidad y expresarlas “cosa de niñas”. Teníamos que contener nuestra alegría porque tanta euforia estaba fuera de lugar, no podíamos tener miedo porque en esta vida sólo se hablaba de los valientes y llorar sólo estaba permitido si eras una niña por aquello del sexo débil. Los niños no lo llevaban mucho mejor, a los que lloraban se les tachaba de “niñas o nenazas”.


Ante semejante panorama cada uno se buscaba la vida para evitar ser señalado por los mayores y el recurso más recurrente para muchos, fue crear una especie de fortificación a modo de protección ante los demás. Así parecíamos fuertes, pero en realidad éramos personas altamente vulnerables porque perdimos la oportunidad de reconocer lo que sentíamos, de saber por qué lo sentíamos y de cómo afrontar todos esos sentimientos que nos invadían y golpeaban diariamente. 


Nos reprimieron emocionalmente y perdimos la gran oportunidad de empezar a conocernos a nosotros mismos. No creo que lo hicieran de una manera intencionada, simplemente las cosas en aquella época eran así.


No sé a vosotros, pero a mí todo esto me ha hecho recordar. Es como si algo se hubiera removido en mi interior. Cuántos recuerdos de aquella época van y vienen, ¿verdad?. Parece que aún podemos sentir cada sensación. Entonces, tal vez sea ahora el mejor momento para hacernos la pregunta, ¿qué son las emociones?.

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